Espacios letrados

Concepto

Un espacio letrado es algo más que un espacio de lectura o para la lectura; no es, pues, un contenedor de libros. La sala de lectura, tal como se practica en muchas bibliotecas o aulas, apenas es más que un espacio de uso individual de la información, a veces una sala de estudio, donde rara vez hay lectura socializada o de interacción. Tampoco debe confundirnos el que dicho espacio esté rodeado de libros, ordenadores u otros artefactos, porque, por sí solos, no son los recursos los que crean un ambiente letrado. El ambiente letrado no es solo un espacio, unas personas, un mobiliario, sino que es un espacio de convivencia, de interacción y, por ello, de debate y crítica. La alfabetización crítica implica que hay personas que saben usar los textos, los artefactos o las reglas con criterio, es decir, que son capaces de de-construir el texto, de aplicarle una lectura plural, de entender diversos niveles de significado (literal, simbólico...).

Análisis

Las lecturas y los espacios de la alfabetización no se deben definir de forma única o estandarizada. La Unesco recomienda crear entornos favorables a la lectura y la escritura, y este mismo concepto de entorno nos lleva a otra idea esencial de los nuevos estudios de literacidad (Cassany, 2006). Para que pueda cobrar forma un evento letrado, pequeño o grande, requiere de un escenario, que no es el espacio simple entre sillas de aula o puestos de bibliotecas: es también un ambiente que se crea, un perímetro que acota y rodea ese núcleo espacial, subrayándolo (igual que el marco respecto a un cuadro), y es también el componente temporal, el tiempo como oportunidad (kairós), pues este eje espaciotemporal y la forma en que se prepara dicho ámbito es lo que le da su singularidad.

Tendemos a clasificar los espacios por las cosas o artefactos que hay dentro (biblioteca, mediateca, pinacoteca o museo, etc.), pero en este caso sería más coherente clasificarlos por las prácticas y los procesos que se llevan a cabo en su interior. En efecto, un espacio letrado no es solo un receptáculo, sino un lugar que, por su propia naturaleza, invita a que ocurran cosas y que además suele estar ligado a nuevas formas de relacionarse, de sociabilidad. Si algo es un espacio letrado, es un espacio conversacional, de diálogo, de intercambios y enriquecimiento mutuo. Por tanto, más que espacios unifuncionales, como bibliotecas, salas de lectura o aulas, se impone la idea de espacios letrados como ámbitos de encuentro y de imaginación e innovación, esto es, una especie de laboratorios de la lectura y la escritura.

Los espacios letrados no son solo foro de ideas, precisamente el enfoque social subraya que nunca podemos desvincular la creación de las ideas de su entorno próximo inmediato, de los ambientes, participantes y reglas que se ponen en juego (los llamados modos de sociabilidad), y que conecta estas prácticas con su valor de cohesión social y de ejercicio de ciertos valores. Por tanto, los aspectos cognitivos se unen a los afectivos y culturales en esta misma dirección de usar la lectura como «pegamento social».

El espacio letrado socializa y ayuda a crear y compartir identidades y representaciones sociales en sus participantes. Que esto es lo esencial, más que las ideas abstractas o los artefactos, lo subraya el hecho de que en los espacios letrados clásicos, desde la academia platónica a los cenáculos, clubes o tertulias de la gente letrada, el material escrito no tenía nunca la preeminencia que en una sala de lectura clásica: eran ante todo espacios conversacionales donde las personas hablaban, leían en voz alta (es decir, oralizaban la lectura, eran perfomers, improvisaban...). El club de los Inklings y el pub inglés que los albergaba, y donde participaron como miembros destacados Tolkien y C. S. Lewis, se pone siempre como ejemplo de tertulia privada que genera un inmenso espacio letrado, el que comparten inicialmente ese núcleo de personas aficionadas a la literatura, a la fantasía y a los mitos, y que sirve de ejemplo de cómo cualquier espacio puede ser investido de cultura letrada.

Por tanto, crear el ambiente adecuado es una de las máximas dentro de este enfoque social de la lectura y ha de venir acompañado de unos participantes que sean capaces de interactuar y compartir experiencias. Las prácticas de lectura surgen siempre de interacciones sociales y culturales, hasta el punto de que los antiguos antagonismos entre lo individual y lo colectivo, lo espiritual y lo material, lo tangible y lo intangible se pueden conciliar o superar fácilmente, porque un ambiente es siempre algo físico y mental a la vez. Por ejemplo, lo que hace de un aula una sala letrada no es un solo factor, sino una conjunción de factores personales, materiales y ambientales.

 

Implicaciones

La alfabetización es un proceso que promueve y se promueve en espacios físicos, como un aula o una biblioteca, pero también es cualquier otro espacio social donde, por voluntad de los participantes, se desarrollen prácticas o eventos letrados, tales como un parque o la propia calle, y que, por eso mismo, se transforma en un lugar de construcción de ciudadanía. De hecho, el diseño de espacios reglados como la biblioteca o el aula obedecía normalmente a una praxis orientada a la lectura silenciosa y de estudio o a la consulta de fondos para estudio, más que a otras prácticas más socializadoras o lúdicas.

Pero lo importante de un espacio letrado no es solo su infraestructura, diseño o mobiliario, sino su capacidad de activar procesos y prácticas en común. Como ámbitos de encuentro y no solo de consulta, deben ser recintos para expresar y compartir prácticas y preferencias, y por ello cada vez son más laboratorios donde el usuario hace cosas, aporta elementos o se comunican innovaciones. Esta dimensión dialógica (Bajtín) es esencial, según las neurociencias, pues solo hay posibilidad de aprender cuando ponemos dos o más cerebros en conexión y en interacción. Por consiguiente, para crear un espacio letrado no basta con tener un salón de conferencias; no basta con un lugar formal donde se produzca una comunicación monológica, por sabia que esta sea; la cultura letrada es, tal como imaginaron los letrados de la Ilustración, lugar de co-creación y de debate abierto.

Los nuevos escenarios educativos y en especial los que enmarcan la formación del profesorado demandan con urgencia la incorporación de otros medios y metodologías, en particular, el emprendimiento y los nuevos alfabetismos. El eje de la formación docente debe ser la conversión del educador en un emprendedor polialfabetizado, capaz de transformar su entorno en espacios favorables a la lectura y la escritura, esto es, en ambientes letrados.

 

Todo ello puede ser ejemplificado en los nuevos espacios lúdicos y plurifuncionales que representan proyectos como la Casa del Lector (casalector.fundaciongsr.com), inaugurada en 2012, promovida por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez a partir de un rediseño integral del espacio del antiguo Matadero de Madrid. Otras iniciativas, como los Hubs o espacios de cotrabajo alentados por emprendedores culturales, van en una línea semejante (por ejemplo, Hub Madrid: madrid.the-hub.net). De este modo, la relación entre lectura y emprendimiento es total, se lee o se escribe a partir de unas experiencias previas y esto genera otros ámbitos y otros «derivajes» que llevan a las personas y a los grupos a identificarse con determinadas corrientes o textos de la cultura escrita. Los nuevos espacios se convierten así en privilegiados testigos de la evolución de los ecosistemas de la lectura y de las nuevas corrientes culturales.

 

Referencias

Barton, D. y Hamilton M. (1998), «La literacidad
entendida como práctica social»,
en Zavala, V., Niño-Murcia, M. y Ames, P.
(eds.), Escritura y Sociedad. Nuevas perspectivas
teóricas y etnográficas, Lima: Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales
en el Perú, 2004.

Cassany, D. (2006), Tras las líneas, Barcelona:
Anagrama.

Chartier, R. (1994), El orden de los libros:
lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos xiv y xviii, prólogo de García
Cárcel, R., trad. de Ackerman, V., Barcelona:
Gedisa.

Holland, D. y Cole, M. (1995), «Between
discourse and schema: reformulating a
cultural-historical approach to culture
and mind», Anthropology and Education
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Mignolo, W. D. (1978), Elementos para una
teoría del texto literario, Barcelona: Crítica.

Olson, D. (1994), El Mundo sobre el papel,
Cap. XI, «La representación de la mente.
Los orígenes de la subjetividad», y Cap.
XII, «La Constitución de la mente letrada»,
Barcelona: Gedisa.

Ong, W. (1982), Orality and Literacy: The
Technologizing of the Word, New York:
Methuen; versión española: Ong, W.
J. (1987), Oralidad y escritura, México:
Fondo de Cultura Económica.

Ulmer, G. L. (2003), Internet Invention: From
Literacy to Electracy, New York: Longman.

 

 

Fecha de ultima modificación: 2014-02-11